¿Tiene algún sentido reemplazar la carne vacuna por las ricas humitas? ¿O comer menos en Cuaresma pensando que, de paso, adelgazamos un poco? LA GACETA preguntó a varios católicos, entre ellos a algunos sacerdotes, cómo viven el ayuno y la abstinencia de carne los viernes de Cuaresma. La mayoría de los consultados restó importancia al hecho de no comer carne y resignificó el ayuno como una práctica que ayuda a elevar el espíritu, a reforzar la voluntad, y sobre todo, a ponerse en la piel del otro, para comprenderlo y ayudarlo.
El padre Leonardo Valoy explica que los viernes de Cuaresma son “días penitenciales”. “El gesto propuesto por la Iglesia es la abstinencia de carne que no implica que tenga que ser solo de eso, y el ayuno, que también podemos vivirlo privándonos de cosas superfluas. Esta privación no se queda en la negación o en la mortificación, sino que da paso a otras dos grandes prácticas de la Cuaresma que son la oración y, sobre todo, la caridad. Entonces, el fruto de la privación de lo superfluo es el poder destinar ese dinero a hacer bien a alguien que necesita más”, señala con sencillez. “Además el sistema de privaciones nos ayuda a salir de la dinámica de la sociedad del consumo y nos da otra libertad que es también necesaria para poder caminar hacia la conversión, hacia Dios, ese camino es la Cuaresma”. agrega.
El abogado Víctor Vera recuerda que hace muchos años en la parroquia Cristo Rey, escuchó a monseñor Amado Dip Saade que explicaba: “el ayuno de carne como alimento no es obligatorio para quienes habitualmente se alimentan de otras cosas. Si circunstancialmente un Viernes Santo se le presenta la oportunidad comer un bife, que lo coma. El sentido de la abstinencia tiene como objeto el mortificar nuestras tendencias malas. Quien ayuna ora mejor, y está mejor predispuesto a la recepción de la palabra de Dios”.
El padre Alfredo Godoy, de la Catedral, precisa que los días específicos de ayuno y abstinencia de carne son: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. “Los otros viernes de Cuaresma son penitenciales y si se puede comer carne, aunque lo justo, y en cambio, uno puede abstenerse de otras cosas que a uno le gustan y que no pasa solo por la comida. Puede ser dejar de lado el celular, no criticar, hacer algo que me cuesta, y ademas hacer actos concretos de caridad”, apunta. Resume: “ofrecer de o que uno se priva por amor a Dios, por caridad con los demás y por purificación de uno mismo”.
El joven Gastón Atonur cuenta que en su casa los viernes reemplazan la carne por pescado o verduras. Pero reconoce que “hace falta hacer abstinencia de muchas otras cosas”.
En la misma línea, Adrián Cervera, admite: “cada día de Cuaresma busco crecer en el amor y ver de qué puedo abstenerme para purificar mi capacidad de amar haciendo presente al otro en mi horizonte amoroso. Por tanto, las privaciones no sólo recaen en la carne vacuna sino también en males espirituales que endurecen la carne de mi corazón como si fuera una piedra, insensible para amar y dejarme amar”, reflexiona.
Adela Cassone prefiere responder con una poesía (“Coloquio de Cuaresma”) de Fermín Negre: “Enséñame Señor, a ayunar de palabras hirientes / y de silencios nacidos del miedo,/ de comodidades y tanta vida de sofá, /de envidias y rencores, de soberbias y orgullos,/ de injusticias y prácticas religiosas que me adormecen y no me transforman./ Enséñame a ayunar de lo mío/ para poder llamarlo nuestro./ Que mi ayuno nazca de adentro/ y no busque la apariencia, el llamar la atención, /el aplauso a mi pretendida bondad,/ Haz que ayune, Señor,/para que crezca en mí el hambre de tu reino,/ el hambre de tu palabra,/ el hambre de ser uno con todos, / el hambre que se haga alimento del mundo”.